El Retorno del Pequeño Saltamontes

No sé si sea la época, la situación nacional, las preocupaciones laborales, el mundial, las elecciones federales, la muerte de mi pececito Frodo o los pedos existenciales de algunos amigos y amigas; pero el caso es que muchos (incluyéndome, últimamente) estamos en la maldita depresión (en diversos niveles, no crean que estoy en una fase terminal anímico).

Así es, mis golositos inocentes, Saltamontes anda un poco bajón del ánimo. Esta es la segunda semana que me siento así. Consultando algunas fuentes maniacas-depresivas aseguran que tal vez sea porque este tipo de comportamiento se manifiesta después del día de mi cumpleaños número 24. Otras fuentes esquizofrénicas bipolares afirman que es normal sentirse así cuando alguien no tiene ni perro que le ladre; y otras fuentes sádicas violentas intentan estudiar mi lado suicida en potencia.

Lo cierto es que me siento así desde hace dos semanas, a pesar de que he tenido muchas metas cumplidas en el plano profesional, en lo personal creo estar algo rezagado. Abrir mis sentimientos y confiarlos a alguien resulta ser algo complicado; soy la típica persona que da consejos motivacionales (sólo marca 01 900 849 YO ESTOY PIOR QUE TÚ; no incluyen consejos matrimoniales) pero para compartir mis sentimientos suelo ser demasiado torpe.

Abrir el corazón no es fácil ya que implica ceder la protección del alma a una situación desconocida. Es exponer los sentimientos al juicio de una o varias personas sin tener la certidumbre de que no te van a lastimar. Abrir el corazón es desnudar el alma (sólo el alma, no se emocionen) y darnos a conocer sin aquellos tapujos que impiden ver al verdadero YO....abrir el corazón es manifestar la humildad interior QUE TODOS TENEMOS.

Lo sé, lo sé, es un tema cursi, pero ¿qué puedo hacer? Mis fibras sentimentales están a su máxima potencia, y por ello les exhorto analizar si realmente ¿les es fácil abrir su corazón?

Feliz inicio de semana.